Discúlpame por no tener la capacidad de escuchar solo lo que quiera; todas las voces que me rodean se cuelan en mi cabeza, las oigo a gritos, y sus palabras me oprimen el pecho, derraman mis lágrimas. Es culpa mía no poder mantener esa fachada de indiferencia ante esos insensibles y bélicos comentarios, esas aclamaciones de venganza que pretende ser justicia. Me corroe por dentro quedarme callada cuando me dicen cómo debo pensar, cuáles deben ser mis valores, qué es bueno y qué es malo… ¿Qué saben ellos, que no sienten la agonía del mundo, esas espinas clavándose en su corazón con cada indicio del destrozo de la humanidad, que no ven la desolación de la obra de los dioses donde quiera que miren? "Tenéis que saber que estamos en guerra." No. El que tiene que saber eres tú: siempre hemos estado en guerra. Con otros humanos, contra la naturaleza, contra nosotros mismos. Todos los días tienen lugar masacres alrededor del globo, todos los días existen miles de posibilidades de morir, pero tú no has querido darte cuenta antes.
¿Aún se extrañan de que haga todo lo posible por escapar? ¿Es tan difícil comprender que si mi alma pasar a las 24 horas del día en este mundo no podría soportarlo, sucumbiría la perdición y la locura para no volver? A veces me siento demasiado tentada por la perspectiva de poner punto final a esta vida de sufrimiento… Pero luego recuerdo a todos esos que la perdieron luchando porque otros la conservaran, y me siento cobarde, y me odio a mí misma, y encuentro una nueva razón para continuar: si merezco la recompensa de la muerte, habré de ganarla con sonrisas y paz ajena. Así que aún me queda un largo camino, así que no es de perder la fe.
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