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miércoles, 25 de febrero de 2015

Gracias

 Gracias, gracias, gracias, gracias por este día.
 En estos momentos me encuentro tendida en mi cama con las manos sobre el pecho susurrando como una posesa "gracias, gracias, gracias". Por este día. Tal vez no haya sido del todo feliz, pero es de los mejores que he tenido en bastante tiempo. La sensación que inunda mi alma no es de alegría, es de agradecimiento. Y esa sensación es tan fuerte y bella que el vacío que tenía dentro de mí se ha vuelto a llenar. Estoy sonriendo sin forzar la sonrisa, sin darme cuenta hasta ahora de que llevo un rato con ella en los labios. ¿Cuánto hace que no pasaba esto?
 Puede que mañana me despierte y esta dicha se haya escapado de mi cuerpo. Pero no me importa. Lo que me importa es que en este instante vuelvo a sentirme humana, vuelvo a sentir el corazón que late bajo mis costillas, vuelvo a sentir las mariposas revoloteando en mi estómago. Vive el presente, porque el pasado ya no está y el futuro aún no ha llegado. 
 Gracias Diosa Madre, por haber puesto hoy en mi camino a esas personas, por haber hecho que algo por fin me saliera bien. ¿Ha sido un día perfecto? Claro que no. Pero ha habido unas cuantas cosas que han roto la monotonía de la pena, el fracaso y el dolor a la que me había acostumbrado los últimos meses. Pequeñas cosas: una reconciliación y desahogo con la persona a la que más debo, a la que más, en tiempo y cantidad, he querido en mi corta vida; dejar atrás a algunas personas que no hacían más que machacar mi pisoteado espíritu; unas cuantas risas sinceras junto a la persona que más cariño ha sabido demostrarme últimamente, mientras echábamos unas carreras por sitios desconocidos y saltábamos por sitios prohibidos; unas notas que demuestran que el tiempo y sudor empleado en el estudio pueden ser muy fructíferos; un papel sobre el que contarle a alguien mis ambiciones; unas dulces palabras de mi Faeriel; unas sonrisas por parte de esa idea de amor cortés. Y sobre todo, por esa gratitud hacia lo que tengo, y no deseo hacia lo que me falta; por esas ganas de vivir que han sustituido a la apatía y al ansia de un fin. 

 [Aquí acaba la lata. Supongo que no a muchos os importará mi vida, pero seguro que algunos habríais aguantado mejor el textaco si os hablara sobre mi profunda depresión en vez de sobre mi alma llena; sé por experiencia que cuando te no encuentras especialmente feliz gusta leer las penas de otras persona, para no sentirte solo en tu tristeza y para sentirte identificado con las pesismistas palabras de ese escritor. A pocos les gusta leer sentimientos ajenos tan positivos; si nosotros mismos somos felices, con nuestra felicidad nos basta y nos sobra; si estamos sufriendo, no sienta muy bien ver cómo otros lo están pasando mucho mejor que nosotros.]

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